Hoja de vida de una casa: un poema sobre la memoria y los espacios
La poeta venezolana Esmeralda Torres retrata cómo una casa guarda su propio mapa y cómo lo entendemos mejor al dejarla.
Gracias por abrir este correo y regalarme unos minutos de tu atención.
Hace una semana me cambié de casa otra vez.
A lo largo de mi vida, esta es la casa número 19 en la que vivo. Cada mudanza trae su propio aprendizaje: el olor, la luz y hasta el eco cambian. Al principio, el cuerpo se equivoca de puerta o gira hacia donde antes estaba la cocina, pero con el tiempo, ese mapa invisible se vuelve parte de uno.
Pensé en todo esto cuando me encontré con este poema de la poeta venezolana Esmeralda Torres, ganadora del Premio Casa de las Américas 2025, que captura cómo una casa guarda su propia memoria y cómo, a veces, solo podemos verla completa cuando dejamos de habitarla.
Hoja de vida de una casa
La edad de la casa se conoce por su olor
La cara verdadera por su luz
El sabio ritmo de la casa
Orienta por el mapa de sus muros
Ese trazado que solo conocemos en el plano
O cuando la miramos desde arriba
Cuando ya nos hemos ido
Cuando ya no le pertenecemos.
¿Qué dice este poema?
— Que una casa tiene señales propias.
— Que su “mapa” no siempre se conoce viviendo en ella, sino cuando la vemos desde afuera o en un plano.
— Que entenderla por completo puede requerir distancia, incluso haberla dejado atrás.
Las casas parecen lugares fijos, pero en realidad también cambian. A veces lo hacen tan lentamente que no lo notamos hasta que las vemos desde otro lugar, o desde el recuerdo.
En varios países de Sudamérica, “hoja de vida” es otra forma de decir “currículum”. Pensar el título así agrega una capa interesante: este poema sería como el currículum de una casa, donde en vez de estudios y trabajos aparecen su olor, su luz y el mapa de sus muros como datos esenciales de su identidad.
El poema empieza como si estuviéramos dentro de la casa, reconociendo sus rasgos. Pero en los últimos versos, la mirada cambia por completo: ya no estamos adentro, sino viéndola desde arriba o desde fuera, como si fuera un dibujo en un plano.
Esa distancia solo aparece cuando la hemos dejado. Es un giro que transforma la experiencia del lector y le recuerda que hay cosas que solo entendemos cuando ya no las habitamos.
Hasta la próxima semana.
Jorge